Infidelidad femenina

Publicado en El Espectador, Marzo 1 de 2018

En los pueblos del adriático italiano hay un activo turismo sexual. Con fama de amantes latinos, los jóvenes cortejan extranjeras mayores. Ya casados acuden a un “elaborado y cuasi institucional sistema de affaires extramaritales con mujeres de la zona”. Los hombres visitan regularmente a su amante y las mujeres hacen otro tanto. Comparando este entorno con etnografías de distintos lugares y con la historia de las parejas, la antropóloga Helen Fisher concluye que “la tendencia del ser humano hacia las relaciones extramaritales parece ser el triunfo de la naturaleza sobre la cultura”.

Las infidelidades han ocurrido en todas las sociedades, en cualquier época. La psicoterapeuta neoyorquina Esther Perel anota que donde “la monogamia es la norma oficial, la infidelidad es la clandestina”. Para ella, el principio básico de una aventura es estar a la sombra, evitar que sea descubierta. El secreto sería parte fundamental de la atracción erótica. Así, sugiere que la infidelidad es un gesto de rebeldía: buscar sensaciones fuertes, cargas de adrenalina. Para la persona que sufre el engaño, sin embargo, la sucesión de mentiras y cubrimientos deja profundas cicatrices. A diferencia del adriático, en donde los cuernos parecen parte de un armonioso paisaje, muchísimos testimonios sugieren que pueden ser devastadores.

La psicología evolucionista propone una teoría simple para la infidelidad y la asimetría hombre mujer. Ellas enfrentan una “inversión maternal” obligada que ellos no comparten. “La infidelidad representa el desvío de recursos evolutivos valiosos. Deserción, abandono y descuido de la relación pueden representar la pérdida de esos activos. El rompimiento puede inflingir costos en la pareja, los hijos y toda la parentela”.

Las diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a relaciones sexuales con desconocidos parecen replicarse para la infidelidad. “La mayoría de las mujeres son cuidadosas acerca de con quién se van a la cama y evitan hacerlo con extraños”. Los hombres, por el contrario, tienen mayor propensión a las aventuras cortas, incluso con desconocidas. Se esmeran por emprenderlas, no por mantenerlas. 

La información de muchas sociedades confirma estas observaciones. Para Estados Unidos, por ejemplo, el promedio de distintos estudios muestra que “aproximadamente 20-40% de las mujeres y 30-50% de los hombres han tenido al menos una aventura durante su matrimonio”. En Colombia las diferencias son mayores: las mujeres engañadas el último año quintuplican a los hombres. Es común que él tenga varias relaciones simultáneas con mujeres que le son fieles.

El planteamiento evolucionista ayuda a explicar las discrepancias entre los cuernos masculinos y los femeninos: serían una consecuencia adicional de distintas estrategias reproductivas. También permite identificar las aventuras más dañinas para ambos. La infidelidad afectiva y emotiva, no necesariamente sexual, que implica desvío de recursos de la pareja hacia otra, es particularmente temida por las mujeres, sobre todo si existe prole extra matrimonial, amenazante incluso cuando hace parte del pasado de su parejo. Para ellos, el gran temor es la infidelidad sexual, y la peor cuando conduce a un embarazo que, si el engaño se prolonga, puede llevarlos a criar un hijo ajeno tomándolo por propio. Ese temor es totalmente ajeno a las mujeres.

Una interesante teoría sobre la infidelidad femenina, coherente con la idea de que ellos rehúyen compromisos duraderos, fue sugerida por un insospechado analista, el religioso benedictino Benito Jerónimo Feijoo a finales del siglo XVIII. Según él, son los maridos quienes empujan a las mujeres casadas a los brazos del amante. “Después de que con el matrimonio se ligaron las almas de dos consortes, pierde la muger aquella estimación que antes lograba por alhaja recién poseída. Pasa el hombre de la ternura a la tibieza, y la tibieza viene a parar en desprecio. Quando el marido llega a este vicioso extremo, empieza a insultar a la esposa. Todo lo que observa en la suya trata con mucho desprecio. En este estado quanto la pobre muger discurre es un delirio, quanto dice un despropósito, quanto obra un yerro”.

En medio del deterioro matrimonial aparece el amante irresistible. “En ese estado de abatimiento está la infeliz muger, quando empieza á mirarla con buenos ojos un galán. A la que está aburrida de ver a todas horas un semblante ceñudo, es natural que le parezca demasiadamente bien un rostro apacible. Antes no escuchaba sino desprecios; aquí no se habla sino de adoraciones. Aquel la señoreaba como tyrano dueño; este se le ofrece como rendido esclavo”.

La lucidez de este monje, con minucioso trabajo de campo en el confesionario, radica en constatar que ese nirvana es pasajero. “Y aunque el enamorado, si fuera marido, hiciera lo mismo que el otro, como eso no lo previene la triste casada, halla entre los dos la distinción que hay entre un ángel, y un bruto”. Feijoo anticipó una situación corriente en estos días: ambos reinciden y el ciclo vuelve a empezar.

Facultad de Economía, Externado de Colombia






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Perel, Esther (2017). The State of Affairs. Rethinking Infidelity. Yellow Kite

Rubio, Mauricio (2011) “Los mujeriegos son más que las ... (ni siquiera existe el término)”. La Silla Vacía, Sep 27

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