Publicado en El Espectador, Septiembre 22 de 2016
FSM (sf). “Military Wives and Surrogay”. Find Surrogate Mother
Las esposas de militares gringos, menos
del 1% de las madres potenciales, alcanzan a ser la quinta parte de los
vientres de alquiler en ese país, y dan luces sobre ese peculiar mercado.
Se pregona que las mujeres no son
máquinas de hacer bebés, pero algunas manifiestan que les gusta estar embarazadas, incluso para terceros, con una compensación que cubra los
costos. Una enfermera afirma que le fascina sentir un ser humano creciendo en
su vientre: de niña pasó vacaciones enteras con una almohada bajo su camiseta.
Otra madre subrogada californiana señala la agradable sensación de “ese caudal
de hormonas”.
Aunque pueda ser un gesto altruista, lo
común es que medien beneficios económicos. Las madres subrogadas más apreciadas
por las agencias de
adopción son
las esposas militares (sin el “de”, comparten esa cultura). “Lo hacen para
complementar el ingreso familiar mientras su marido está en el extranjero”
anota una periodista. Con la invasión a Irak aumentó su número. Una de ellas
cuenta que al buscar empleo, y ver que lo recibido por un embarazo alcanzaba
veinte mil dólares, decidió ganarse ese dinero desde la casa. No consiguen
buenos empleos por los recurrentes traslados de sus maridos. Devon Cravener
inició su carrera como madre subrogada en 2007, ya ha tenido hijos para cuatro
parejas, y cada uno ha aportado hasta dos veces el salario anual de su esposo.
Los vientres de alquiler florecen en
entornos típicamente machistas, con esposas sin trabajo, condenadas al hogar.
Otra razón financiera es el generoso
seguro de salud de las Fuerzas Armadas. Con reproducción asistida, son comunes las cesáreas y mayores
los riesgos de mortalidad infantil por embarazos múltiples; la incidencia de
preclampsia e hipertensión también es superior. Las agencias ofrecen a las
esposas militares hasta cinco mil dólares adicionales por sus servicios. El
subsidio es tan evidente que en el Pentágono pensaron eliminar los pagos de
salud en esas circunstancias.
Las motivaciones no pecuniarias para alquilar
vientres en los cuarteles son reveladoras. La esposa de un sargento afirma que
“entre militares tenemos esa mentalidad de ir a los extremos, arriesgar tu
vida… Pienso que estar casada con un militar te hace asumir esos valores.
Siento que estoy tomando un riesgo, con mi cuerpo y con mi vida, para ayudar a
alguien”. Los intermediarios saben explotar ese sentimiento: “llevar un niño
para otra pareja es el máximo acto altruísta que se puede ofrecer. Es el
llamado del deber… Esposas orgullosas de nuestros valientes militares están
enviando un mensaje de esperanza”. Dos periodistas que entrevistaron madres
sustitutas del entorno castrense quedaron sorprendidas de su compromiso con la
tarea. “Lo que enseñan los militares es cumplimiento de las órdenes y las
regulaciones, disciplina. Esas mujeres realmente practican eso”. “No es un
paseo por el parque. Tienes que aceptar que el bebé que cargas no es tuyo, que
tendrás que entregarlo. Si eso te angustia no podrás soportar ser sustituta”
anota Devon.
El sentido del deber puede rozar la sumisión. Las exigencias de la pareja adoptante
sobre las rutinas, lo que se puede o no comer, o los productos de limpieza que
se deben evitar, llegan a extremos inverosímiles. A una embarazada cuyo marido
había estado en Asia le pidieron no tener sexo mientras daba a luz por temor al
contagio de alguna enfermedad. No es mera coincidencia que el entorno militar y
autoritario facilite los vientres de alquiler, una forma moderna de
servidumbre. “Se está vendiendo el uso del cuerpo e históricamente, cuando eso
ha pasado, no ha sido bueno para las mujeres” advierte una profesora de ética.
De hecho, en Francia están prohibidos tanto el alquiler de vientres como el
viejo oficio de nodriza.
Hace poco Carolina Sanín recordó una
novela de política ficción en la que las reproductoras constituyen una clase social aparte. “Las personas
que nacen mujeres son internadas, al nacer, en campos de concentración. Allí se
cosechan sus óvulos y se usan sus vientres para la función reproductiva”. En esa
sociedad, la maternidad y en general todo lo femenino –el aparato genital, la
menstruación, la lactancia- se considera desagradable e incómodo. Las madres
sustitutas militares parecen un tímido primer paso en esa dirección. Hay
opacidad sobre quiénes contratan los vientres de alquiler, pero no son sólo
parejas con problemas de fertilidad, o gais pudientes. Las madres de segundo
nivel también son usadas por ejecutivas o actrices con apretada agenda y necesidad de
mantener un cuerpo joven, restricciones que vuelven poco recomendables asuntos tan
agobiantes como gestar y dar a luz a sus bebés. Con prácticas restringidas en
buena parte del mundo civilizado, si tienen esposo, pasarían tranquilas el
filtro del referendo de Viviane Morales.
Causeur (2013) “Louer ses seins pour allaitement est illégal et dangereux. Entretien avec la députée UMP Valérie Boyer”. Agosto 12
FSM (sf). “Military Wives and Surrogay”. Find Surrogate Mother
Howard, Sally (2015). “US army wives: the most sought-after surrogates in the world”. The Telegraph, May 7
Rodrigues, Astrid & Jon Meyersohn (2010) “Military Wives Turn to Surrogacy: Labor of Love or Financial Boost?”. ABC News, Oct 15
Rutter, Claire (2016). “Celebrities who FAKE their pregnancies: Hollywood fertility doctor reveals more stars are turning to surrogates than ever before”. Mirror, Nov 6
Twine, France Winddance (2011). Outsourcing the Womb. Race, Class, and Gestational Surrogay in a Global Market. New York: Routledge
Warner, Judith (2006) “Outsourced Wombs” The New York Times, Jan 3
Rodrigues, Astrid & Jon Meyersohn (2010) “Military Wives Turn to Surrogacy: Labor of Love or Financial Boost?”. ABC News, Oct 15