Publicado en El Espectador, Septiembre 29 de 2016
Agacinsky, Sylviane (2009). Corps en Miettes. Paris: Flammarion
Day, Sophie (2007). On the Game. Women and Sex Work. London: Pluto Press
Twine, France Winddance (2011). Outsourcing the Womb. Race, Class, and Gestational Surrogay in a Global Market. New York: Routledge
Israel es un país especial en
reproducción asistida. El proceso está minuciosamente regulado y las madres
subrogadas practican sofisticados rituales para evitar secuelas de esa arriesgada actividad.
Un elemento destacable de la
legislación es que discrimina adoptantes por género. Mujeres solteras o en
pareja, heterosexuales o lesbianas, tienen acceso a servicios que les son
negados a los hombres. Ellas proveen sus propios óvulos y pueden comprar esperma, utilizar servicios de
fertilización in vitro (FIV) y alquilar vientres, todo con ayuda estatal,
mientras que los hombres, sean o
no gais, no tienen esas opciones.
En 1991 los ministerios de justicia y
salud establecieron la Comisión Aloni para estudiar las Tecnologías de
Reproducción Asistida (TRA), incluyendo la FIV, y proponer un marco
regulatorio. El informe fue entregado en 1994 y recomendó crear un comité para
reglamentar y financiar todos los ensayos de FIV hasta el nacimiento de dos
hijos por mujer, incluyendo alquiler de vientres. La Comisión Aloni tomó en serio
la maternidad, dándole sólo a las mujeres, sin depender del estado civil, el
derecho a tener hijos artificialmente. Esa prerrogativa, como en varios paíse europeos, no
la tienen los hombres solteros, ni los gais. Activistas de vanguardia en Colombia considerarían esta legislación imperfecta, discriminatoria,
andrófoba.
El perfil de las madres sustitutas en
Israel es peculiar. La edad promedio es superior a la de EEUU y, a diferencia
de lo que ocurre en otros países, se asemejan social, cultural y racialmente a quienes
las contratan. Tienen prohibidio
prestarle el servicio a personas extranjeras. La legislación exige que la
portante no esté casada, se reconozca judía, tenga más de 22 años y menos de
40, haya dado a luz por lo menos una vez y menos de seis, con máximo dos
cesáreas. Normalmente se rechazan las solicitudes de mujeres obesas,
consumidoras de antidepresivos y fumadoras.
En el 2010, la antropóloga Emily Teman
realizó una etnografía de madres subrogadas israelíes e identificó varias
estrategias para “crear zonas privadas” durante su embarazo. Lo primero que trabajan de manera obsesiva es convencerse de
que una parte de su cuerpo pertenece a otra mujer. El desprendimiento que
persiguen lo reflejan los términos para autodenominarse: horno, incubadora,
casa de huéspedes. Teman denomina “mapas del cuerpo” los mecanismos
establecidos para distanciarse del hijo que llevan por encargo y administrar
las fronteras interpersonales entre ellas y las parejas o mujeres que las
contratan.
El recurso mental de fragmentar el
cuerpo entre un territorio privado, íntimo, y la porción objeto de un contrato,
recuerda el utilizado por las prostitutas que dividen lo que sirve para su
trabajo, el “cuerpo laboral”, y las partes que reservan para sus relaciones
afectivas. Tras quince años observando escorts londinenses, la antropóloga
Sophie Day cuenta que es común que distingan “las partes a las que los clientes
tienen acceso”, que incluyen la “tubería interna”, de otras que mantienen
privadas, por ejemplo la boca para dar besos. Feministas francesas como
Sylviane Agacinski insisten en el paralelo, que no comparto, entre la prostitución
y los vientres de alquiler, un arreglo mucho más complejo, que implica
alteraciones corporales y mentales duraderas, con secuelas totalmente
desconocidas, pero no por eso inexistentes: así lo ilustran las
madres sustitutas en Israel tratando de mitigar el impacto de alquilar su vientre. Fuera de la segmentación corporal,
han establecido rutinas para fusionarse y “transferir” simbólicamente su
embarazo a sus contratantes; buscan “aumentar la intimidad física y disolver
las fronteras entre el cuerpo embarazado de la subrogada y el de la adoptante”.
Teman encontró que “usan con frecuencia la imaginería del emparejamiento para
describir su relación” como madres de dos categorías. Hacen esfuerzos por
lograr un “embarazo vicario”: abstinencia mutua de relaciones sexuales con los
esposos o compañeros, cama matrimonial compartida para dormir, caricias
prolongadas de la futura madre sobre la barriga alquilada, manifestaciones
públicas de cariño –besos, abrazos, o tomarse de las manos- e inyecciones de
hormonas puestas a la subrogada por su alter ego. Con estos intercambios
íntimos buscan una especie de fusión de cuerpos femeninos.
Los arreglos de las madres sustitutas
israelíes parecen una alternativa de ciencia ficción para humanizar los
desconcertantes mercados que han surgido alrededor de la reproducción asistida para favorecer a una minoría económicamente privilegiada. Muestran que, sin medidas paliativas, la prestación de ese servicio puede causar daño en un segmento frágil
de la población femenina. No sorprende que la práctica esté prohibida en muchos
países, más que la prostitución. El referendo sobre adopciones que se está
tramitando en Colombia se limita a divagaciones reaccionarias sin abordar el
problema más complejo, que no tiene nada que ver con la orientación sexual de quien adopta.
Agacinsky, Sylviane (2009). Corps en Miettes. Paris: Flammarion
Day, Sophie (2007). On the Game. Women and Sex Work. London: Pluto Press
Teman, Elly ( 2010) Birthing a Mother: The Surrogate Body and the Pregnant Self. Berkeley: University of California Press citado por Twine (2011)
Twine, France Winddance (2011). Outsourcing the Womb. Race, Class, and Gestational Surrogay in a Global Market. New York: Routledge