Publicado en El Espectador, Octubre 20 de 2016
Hogan Brianne (2015). Narcos: “I can’t help it, I like this guy.”. creativescreenwriting.com, Oct 8
Redacción Arcadia (2015) “'Narcos', una decepción”. Revista Arcadia, Ago 31
Sanín, Carolina (2015). “Sobre la serie Narcos”. Revista Arcadia, Oct 23
Topacio Long, Stephanie (2015). “Netflix exec says Narcos may have more viewers than Game of Thrones”. Difital Trends, Dec 9
En varias discusiones sobre el plebiscito, recomendé ver Narcos de Netflix que complementa
las series sobre mafiosos y desbarata la ingenua distinción entre guerreros buenos y malos.
Con multimillonaria audiencia, Narcos es parte del conflicto que recordará el
mundo. Novelada, la serie es más verosímil que la historia que blanquea rebeldes
para justificar que se negocie sólo con ellos. En particular, desafía la
romántica figura del M-19: hace poco supe que está “demostrado” que Pablo
Escobar no tuvo que ver con la toma de Palacio; se considera imposible que esa
“gente linda que lo dio todo” por el país haya tenido vínculos con semejante
criminal.
Con sus dosis de fantasía, Narcos narra
la febril intromisión de dos agentes de la DEA en la guerra sucia. Tras el
secuestro de Martha Nieves Ochoa y la virtual aniquilación del M-19 por el MAS,
el líder le ruega a su admirado Escobar que lo mate, pero con la espada de Bolívar; se la
entrega, el capo
la acepta y la pone
sobre el hombro del cautivo. Cual Rey Arturo ordenando a un caballero,
sentencia: “vamos a trabajar juntos, váyase en paz, hermano”. Ahí delega el
manejo del negocio, decide dedicarse a la política y promete “liberar a
Colombia”. Difícil imaginar una mejor representación del revuelto entre insurgentes
y bandidos que la pazología colombiana niega tercamente.
Después de Palacio, cuatro guerrilleros
aliados le cobran al Patrón sus servicios y él los traiciona ejecutándolos. Uno de los gringos, que sale con una prepago infiltrada entre
mafiosos,
acaba envuelto con una comandante del M-19 convertida en informante. Le ofrece
refugio para que declare contra el capo por la toma, le advierte que corre
peligro y ella responde tranquila, “no si lo mato yo primero”. Cuando su enamorado
logra esconderla, reitera que quiere matar a Escobar. Narcos no alcanza el rigor del Patrón
del Mal, pero tal vez ambienta mejor la misteriosa y horripilante alianza de
los Pepes, que permanece opacada en el ranking de la infamia.
A diferencia de lo ocurrido con Los
Tres Caínes, el severo comité que supervisa si una serie televisiva es
coherente con la paz no sentó en el banquillo al guionista de Narcos, que
también provoca quejas
parroquiales como “¡qué vergüenza!” o “¡apología del
crimen!”. Mostrar la injerencia en la guerra de supuestos incorruptibles
norteamericanos que torturan y asesinan no daña nuestra imagen: aclara que los
excesos de las autoridades no son patrimonio colombiano y que el narcotráfico
es la actividad especializada de unos pocos criminales que se lucran de la
prohibición. Por eso hay aficionados extranjeros a la serie con gran interés
por visitar el país. No conozco el origen de los cuentos sobre el M-19, ni
cuáles provienen de la DEA, sólo tengo una conjetura basada en un chiste del
colegio.
Un viajero vuelve anticipadamente a
casa e interrumpe la aventura de su esposa con otro hombre que, al recoger su
ropa para esconderse, deja una media que ella trata de encubrir.
- ¿Qué diablos es eso?
- Cálmate, mi amor. Siempre que viajas
me aferro a alguna prenda sucia tuya para sentir tu aroma, recordarte y
excitarme
- ¡Qué ternura! ¿Por qué habías callado
esa primorosa costumbre?
- Por pudor, tontico
Al rato, el esposo abre el armario y encuentra al amante desnudo.
- Y usted, ¿qué hace aquí?
- Pues nada, esperando taxi
- ¿Me creyó imbécil?
- Si se comió el cuento de la media,
pensé que así se tranquilizaría
Reuniendo material, el guionista de
Narcos visitó Colombia. Yo especulo que se sintió estimulado a inventar cosas
sobre el M-19 después de hablar con académicos e intelectuales, todos bien convencidos
de las fábulas de esa extraña guerrilla que no buscaba el poder sino predicar
la paz con armas decorativas y amistades encopetadas, que sin alianzas con
otros subversivos, narcos, paras, milicias urbanas, militares, ni siquiera
Cuba, prácticamente no dejó víctimas.
Un eventual éxito en Netflix será La
Niña. Televidentes extranjeros googlearán indagando por mujeres que desertaron
de las Farc espantadas por un aborto forzado; no entenderán el silencio sobre esos
ataques en unos acuerdos con enfoque de género. Para alguna saga, guionistas
foráneos intrigados por nuestro conflicto acudirán a colegas nacionales, menos alineados y más sometidos al test de aceptación
de la audiencia. Las leyendas dictadas por la ideología tienen ahora
competencia masiva, entretenida y convincente, con narrativas complejas, sugestivas, no adoctrinamiento burdo para Sí o No.
Con arandelas arbitrarias, Narcos relata para un público global que Escobar
alcanzó a ser un político no sólo poderoso sino bastante popular, que sí apoyó
idealistas en Palacio y que la guerra fue bien sucia, pero no por
responsabilidad exclusiva de los malos de siempre: hubo aportes definitivos del
Eme y el Tío Sam.
Hogan Brianne (2015). Narcos: “I can’t help it, I like this guy.”. creativescreenwriting.com, Oct 8
Navarro, Antonio y Juan Carlos Iragorri (2004). Mi guerra es la paz. Bogotá: Planeta
Rubio, Mauricio (2013). “Memorias sin víctimas del M-19” El Espectador, Ago 7
_____________(2013). “La comandante quiteña del M-19”, El Espectador, Ago 14
_____________(2013) “Una visión insostenible del conflicto”. El Espectador, Sep 25
_____________(2013). “El interpretador, la izquierda y el juicio al guionista”. Nov 28
_____________ (2013) “El M-19 acomodó su historia y convenció”. El Espectador, Dic 4
_____________(2014). “MAS, Pepes y paras”. El Espectador, Ago 13
Sanín, Carolina (2015). “Sobre la serie Narcos”. Revista Arcadia, Oct 23
Zax, David (2015). “The Stories Behind Netflix's Runaway Hit "Narcos" Are Terrifyingly Real”, fastcompany.com, Oct 8