UN MERCADO NOVELESCO

En su novela Plateforme, publicada en el 2001, el novelista Michel Houellebecq, resume con acierto la sabiduría convencional sobre el mercado global del sexo en la actualidad. Un funcionario francés, Michel Renault, de turismo sexual en el Asia, conoce a Valérie, una agente de viajes. De regreso a París, organizan con el jefe de ella, un empresario de viajes organizados, un nuevo paquete de turismo amistoso hacia los Clubes Afrodita, especialmente diseñados para las experiencias sexuales de los viejos verdes europeos durante sus vacaciones. Se decide que Tailandia sería el mejor destino, por su exótica naturaleza y la accesibilidad de sus mujeres. Se  orienta la ofensiva publicitaria hacia la liberal Alemania, pues se prevé que allí habrá menores reticencias morales. Los promotores viajan a Tailandia y, luego de unas idílicas vacaciones, Michel y Valérie deciden radicarse allí para hacer más duradera esa formidable experiencia e impulsar el proyecto. Ella morirá luego en un atentado de terroristas islámicos. La fórmula Houellebecq es llamativa: los occidentales, ricos y maduros, tienen una vida sexual desdichada mientras que en algunos países del tercer mundo, más jóvenes, el amor y la sexualidad permanecen intactos. En un lado del mundo, hay dinero con miseria sexual; en las sociedades más primitivas hay pobreza material pero riqueza amorosa. La solución para acercar estos dos extremos es obvia: el turismo sexual. “De un lado están cientos de millones de Occidentales que tienen todo lo que quieren, salvo que no encuentran satisfacción sexual. Del otro lado hay varios miles de millones de individuos que no tienen nada, que mueren de hambre, que mueren jóvenes, que viven en condiciones insalubres, y que no tienen nada más que vender sino sus cuerpos y su sexualidad intacta. Es simple, muy simple comprenderlo: se trata de una situación ideal de intercambio” [1].  Las posibilidades del novelesco mercado imaginado por Houellebeck son infinitas. “La clientela potencial es al menos el 80% de los adultos occidentales … la plata que se puede recoger allí es inimaginable: es más que la informática, es más que la biotecnología, más que la industria y los medios; no existe un sector económico que se le pueda comparar” [2].

Poco antes de la publicación de Plateforme, el premio Nobel de economía Amartya Sen llamaba la atención sobre los enormes desequilibrios demográficos que se estaban presentando en el Asia. Calculaba un faltante de cerca de 100 millones de mujeres. Este déficit femenino, paticularmente crítico en países como la China o la India, se debía principalmente a los sesgos contra las niñas en materia de nutrición y cuidados médicos.  Una década más tarde, el mismo Sen anotaba que mientras en la India la situación había evolucionado favorablemente, en la China se había agravado. Además, el sesgo contra las mujeres ya no se manifestaba tanto en tasas de mortalidad superiores a las esperadas sino que, ahora, se concentraba en importantes diferencias en la natalidad. La tradicional preferencia oriental por los hijos varones, la caída en la fecundidad y la política del hijo único en la China, sumadas a los avances técnicos en la posibilidad de conocer el género del embrión durante el embarazo llevaron a prácticas selectivas de aborto que alteraron de manera significativa la tasa de masculinidad en los recién nacidos [3]. El reverso de la medalla de este déficit femenino es, hoy por hoy, un monumental exceso de niños asiáticos que, con el paso del tiempo, se están convirtiendo en hombres jóvenes. Solteros, se los conoce en la China como guang gu, las ramas peladas que, sin poder encontrar una mujer para casarse, dejarán de aportar nuevas ramas al árbol familiar.

La literatura comtemporánea sobre prostitución [4] es consistente con la descripción del mercado global del sexo concebido en Plateforme y, por el contrario, muda sobre las ramas peladas. La versión más extendida es que los viejos verdes occidentales, sobre todo Alemanes, viajan a Oriente para comprar servicios sexuales. Algunos son más cómodos y no se molestan en tomar el avión para el sexo pago. Cuentan con un servicio a domicilio coordinado por mafiosos, por lo general rusos, que se ingeniaron una alternativa aún más rentable que el turismo sexual, el tráfico de mujeres. Otra coincidencia con la novela de Houellebecq son los cálculos sobre la magnitud exorbitante del mercado. Mientras en Plateforme el desarrollo abierto y legal del negocio más jugoso y global del milenio se estrella contra la realidad del terrorismo islámico, en la literatura comprometida es otra amenaza, la del crimen organizado transnacional, la que no sabotea sino que se apropia del tráfico de mujeres, que habría pasado a ser el negocio líder del bajo mundo. “Desarrollos recientes revelan que el tráfico de seres humanos y la explotación sexual de menores constituyen una forma mayor de crimen organizado. Se estiman en siete mil millones de dólares anuales los beneficios en el mercado del tráfico de mujeres para explotación sexual, y estos beneficios los usan los traficantes para financiar otros tipos de crímenes, como el tráfico de drogas y el lavado de dinero … El tráfico de seres humanos es un negocio global, que genera inmensos beneficios para los traficantes y los sindicatos del crimen organizado … Se habla mucho de los beneficios de las drogas, pero los criminales de Europa del Este ganan más traficando con mujeres” [5]. Otra vertiente de la literatura, más realista, se centra en las mujeres del tercer mundo que deciden instalarse en los países desarrollados, como inmigrantes ilegales, para atender los caprichos sexuales de los sexagenarios. En cualquier caso, la base del mercado global del sexo es la misma: el viejo verde y rico occidental que puede escoger de una oferta aparentemente infinita de mujeres jóvenes del tercer mundo, sobre todo del exótico oriente.

Es probable que tanto Houellebecq, para su novela, como la literatura preocupada por el turismo sexual y el tráfico de mujeres para promover ambiciosas reformas legales se hayan basado en las mismas fuentes, unos cuantos relatos periodísticos. A mediados de 1993 la revista Time publicaba un informe especial, Sex  for sale, en el que se señalaba un alarmante boom de la prostitución que “degrada a las mujeres y los niños del mundo”. Algunas de las afirmaciones del artículo rayaban lo apocalíptico. “Pueblos enteros del norte de Tailandia se han quedado sin mujeres jóvenes que han sido vendidas a la prostitución … Una vez exhausta la oferta Tailandesa, los traficantes de niños han expandido el reclutamiento  hacia Burma y China … Pocos rincones de la tierra son inmunes a la influencia corruptora del floreciente comercio mundial”. Las razones para este boom del comercio sexual hasta magnitudes de varios miles de millones de dólares eran básicamente: el colapso del imperio soviético, la mayor movilidad global y la creciente disparidad en los ingresos entre países. El escenario del hombre rico y maduro de occidente explotando mujeres pobres y jóvenes del tercer mundo lo ilustraba el Time con una víctima típica, Armine Sae, tailandesa de 14 años, que en Phuket atendía dos o tres clientes por noche, la mayoría extranjeros. La posible contradicción entre este boom del comercio sexual y el pánico ante la epidemia del SIDA se resolvía achacando el mayor dinamismo del mercado a la prostitución infantil: no sólo porque las relaciones con menores vírgenes eran más seguras sino porque le daban a los hombres un mayor sentido de su poder.

Fue por esta época que Tailandia se consolidó ante la opinión como uno de los destinos preferidos para el turismo sexual. A la carátula de Time se sumaba el hecho que en la edición de ese año del Longman’s English Language and Culture Dictionnary la entrada de Bangkok mencionaba que se trataba de “la capital de Tailandia … y un lugar en dónde hay muchas prostitutas”. En 1998, según un artículo del Sunday Times, “Rumania es la Tailandia de Europa para los pedófilos” [6]. Un año más tarde, en Newsweek, con el llamativo título de Beyond Sex and Golf [7], se hacía un detallado recuento de la situación económica del país, y se citaba a un diplomático extranjero que fungiendo de especialista en comercio de bienes no transables afirmaba “Tailandia tiene dos ventajas comparativas. Sexo y campos de golf”. Ese mismo año la revista Esquire señalaba que con la crisis económica del 97 cerca de doscientos mil británicos habían visitado Pattaya en busca de sexo barato, drogas y productos de marca falsificados. “Los hombres británicos van a Tailandia por miles para tener lo que no pueden en casa –sexo sin fin con tantas mujeres hermosas como puedan manejar” [8].

En Planète Sexe, el antropólogo Franck Michel, avala la idea de una incontrolable extensión del turismo sexual. “El mercado se extiende y se diversifica: una internacionalización de la oferta prostitucional, con cuerpos más y más jóvenes, enteramente disponibles en todos los rincones del globo … Avatar del capitalismo salvaje, el turismo sexual prospera sobre los escombros de las desilusiones del desarrollo y del progreso y se asemeja con frecuencia a una verdadera invasión del Sur por parte del Norte. Permite a los Occidentales que aquí o allá perdieron la batalla de la colonización de retomar sus antiguas (y nuevas) posesiones, con una conquista a la vista: la de los cuerpos” [9]. Por otro lado, como experto en turismo, el mismo Michel señala que los franceses ya casi no viajan y que los segmentos más dinámicos del turismo mundial de masas son los chinos, los rusos, los hindúes y los brasileros. Y que sus destinos son ante todo nacionales. Además, desarrolla la idea del malestar sexual de los europeos, que asocia con el boom de la pornografía, que a su vez estaría detrás de esa nueva forma de prostitución con los más débiles. En Asia, burdel del mundo, un aplicado periodista español endosa el esquema de oferta asiática y demanda europea para el mercado global del sexo [10]. Lo anterior a  pesar de que los testimonios recogidos por él mismo mitigan una y otra vez la idea de un mercado sexual asiático mantenido por el turismo desde occidente.

Los trabajos abolicionistas equiparan el turista sexual con el guerrero que conquistaba territorios y reiteran la asociación entre el pujante turismo sexual y la explosión de la pedofilia [11]. Los más liberales hacen énfasis en la emigración de mujeres hacia Europa, pero también se centran en las relaciones de los maduros europeos con las mujeres jóvenes del tercer mundo [12].  A pesar de lo útil que resulta el escenario del viejo verde occidental  para las cruzadas universales contra la prostitución, por lo dramático y conceptualmente coherente, hay algo que no cuadra con el faltante de mujeres asiáticas de Sen. Sorprendentemente, de la mayor masa potencial de clientes de la prostitución en el mundo, las ramas peladas de la China, casi nadie se ocupa. A diferencia de los abundantes y dramáticos relatos que aparecen en los medios sobre el tráfico de mujeres, son escasas las referencias a este monumental fenómeno demográfico de varios millones de chinos sin novia [13].

La visión de Houellebecq, el grueso de los relatos periodísticos y la literatura abolicionista comparten otra característica: la precariedad del trabajo de campo. Y esa carencia tiene repercusiones. Aún las obras de ficción, cuando se dejan de escribir a distancia y se basan en la observación minuciosa, son más complejas y verosímiles. Un empresario del sexo en otra novela, Bangkok 8, también ha estudiado detenidamente la demanda sexual de los retirados europeos. Pero este personaje de John Burdett –escritor que vive una parte del año en Tailandia y ha entrevistado centenares de jóvenes prostitutas- ha captado bien dos puntos. Uno, el verdadero potencial de la supuestamente infinita clientela occidental de viejos verdes sólo empezaría a ser pertinente con el descubrimientto del Viagra, que los ha liberado de la madre naturaleza y les ha dado control sobre el timing.  Dos, reconoce que se trata de un pequeño, pequeñísimo, nicho del mercado global del sexo.

Como consecuencia de una discusión cada vez menos razonada, argumentada y basada en la evidencia, lo que históricamente ha sido -y podría seguir siendo- un asunto menor de competencia de las autoridades locales se ha convertido en una supuesta amenaza global de mafias o en un asunto crítico de derechos humanos que, en cualquier caso, requiere de herramientas legales universales, acuerdos internacionales y minuciosa coordinación judicial entre países. Resulta difícil creer que unas reformas legislativas con pretensión de globalidad estén basadas en un diagnóstico tan débil.

Con este ensayo se pretende hacer un aporte a una de las áreas deficitarias del diagnóstico contemporáneo sobre la prostitución: la utilización de datos para hacer comparaciones por países y regiones. Las reformas que se promueven y que pretenden ser globales, no pueden basarse en el testimonio dramático de una Natasha secuestrada, violada, y obligada a vender servicios sexuales sin saber si esa historia encarna adecuadamente al 1%, al 40% o al 90% de las personas involucradas en ese comercio. Pero tampoco se puede suponer que lo verdaderamente representativo del sector es la historia de una veterana, “orgullosa de ser puta”. Qué tan pertinentes son en un momento y lugar determinados una u otra historia es una cuestión más empírica que de principios. De ahí la pertinencia de un enfoque cuantitativo, que permita poner en perspectiva la evidencia, filtrar los dogmas y prejuicios, así como contrastar la consistencia de los postulados con los que se promueven las reformas legales.

El trabajo de campo necesario para diagnosticar, cuantificar y contrastar hipótesis en un área tan compleja como la prostitución es monumental, y debe abordarse, como ya se está haciendo en el área de la salud pública, de manera local y focalizada. Se debería emprender con minuciosas etnografías de los distintos segmentos del comercio, con detalladas entrevistas, con encuestas -representativas y con su respectivo grupo de control- a los diversos actores que participan en el intercambio, y con un cuidadoso seguimiento de sus historias de vida. Las comparaciones entre ciudades, regiones o países deberían basarse en estudios realizados con una metodología común y estructurada. Lamentablemente, las prioridades actuales van en  contra de este enfoque descriptivo, desprevenido, local e inductivo.

Como insumo  para el trabajo de campo local que exige un diagnóstico idóneo sobre la prostitución se presenta este ejercicio cuantitativo que surgió al haber encontrado, casualmente, una de las pocas mediciones con que se cuenta en la actualidad para hacer comparaciones entre países sobre la incidencia del comercio sexual: una pregunta de la Global Sex Survey (GSS) del 2003 sobre haber pagado alguna vez por tener relaciones sexuales. Para tratar de explicar las diferencias regionales observadas en esta variable y contrastar algunas de las hipótesis sobre los determinantes de la prostitución, se realizaron ejercicios gráficos sencillos. La enunciación del principal resultado obtenido parece de Perogrullo: al tratarse de un intercambio de sexo por dinero, la prostitución tiene que ver no sólo con el trabajo y la economía sino, sobre todo, con el sexo. La prostitución no se limita al ámbito exclusivamente laboral, o de la esclavitud, sino que atañe asuntos como la pareja, la sexualidad y la familia..

Fuera de esta introducción, el ensayo está dividido en seis  secciones. En la primera se resalta la precariedad del diagnóstico, la falta de investigación, la carencia de cifras, la consecuente pobreza del debate, así como el hecho que esto no parece constituir un obstáculo para proponer ambiciosas reformas legales de alcance universal. En la segunda se discute la fuente de información utilizada para medir la incidencia del sexo pago en una muestra de países y se señalan las principales limitaciones de este instrumento, tal vez el único disponible en la actualidad para hacer comparaciones internacionales. Además, se presenta un ordenamiento de los países y regiones incluidos en la muestra de acuerdo a la incidencia del comercio sexual así medido. Ante una de las características más notorias del indicador adoptado –una incidencia superior en los países asiáticos- en la tercera sección se hace una descripción sobre la situación actual y los antecedentes del comercio sexual en el Asia. Con un breve resumen de trabajos realizados en el área de la salud pública se contrastan algunas de las hipótesis sobre el mercado del sexo. En particular, se argumenta que, como impulsores de la actividad, son más pertinentes las ramas peladas que los viejos verdes. También se analizan los antecedentes -la milenaria tradición- del sexo venal en el país que concentra la mayor y más dinámica clientela, la China. En la quinta parte se presentan ejercicios simples, gráficos y de correlación, entre la incidencia de prostitución y varios indicadores económicos, laborales, demográficos, de sexualidad, de machismo y de legislación. Para terminar,  se propone superar el mito de los viejos verdes –más relevantes para el mercado farmacéutico que para el del sexo- y darle más atención al impacto de las ramas peladas en la China sobre el sexo venal en las próximas décadas.



[1] Houellebecq (2001) p. 234
[2] Houellebecq (2001) pp. 234 y 237
[3] Sen (2003)
[4] En el anexo 1 se hace explícita la definición del término prostitución y se ofrece una justificación para su uso. 
[5] Galiana (2000)
[6] Vanaspong (2001) p. 139
[7]  http://www.newsweek.com/id/88865?tid=relatedcl
[8] Vanaspong (2001) p. 140
[9] Michel (2006). Contracarátula
[10] Aldama (2004)
[11] Legardinier  y Bouamama (2006) p. 68
[12] Osborne (2004)
[13] “4m bachelors no girls”. The Guardian, Marzo 9 de 2004. Economist